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Marcelo Rojas: una vida en llamas 

En 2002, Cristian Rojas muere electrocutado en un incendio y el primer pensamiento de Marcelo, su hermano menor, es: “Por culpa de él, ahora no me van a dejar ser bombero”.

Marcelo Rojas bombero

"Fui sumando responsabilidades en cuartel por estar siempre, por capacitarme y sumar experiencia", define Marcelo Rojas. (Crédito: FP),

Luego de la muerte de su madre, y como su padre había muerto tres años antes, Marcelo Rojas terminó a los 12 años viviendo con su tía junto a sus hermanas menores mientras sus tres hermanos mayores vivían por separado. Aún recuerda cosas de su madre: cómo los llevaba al mercado en carretilla y todos los sacrificios que hizo para mantenerlos en el barrio Garín. Su tía se encargó de cuidarlos, pero las carencias y la bipolaridad (hoy diagnosticada) de ella produjeron situaciones de maltrato contra Marcelo y sus hermanos. 

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Se metió en la academia de bombero a los 15 años motivado por la admiración hacia su hermano Cristian, un bombero apasionado. Además, el cuartel significaba un "escape de casa".

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Marcelo era muy cercano a Cristian, compartían la misma pasión. Aún recuerda el día que él le contó que había participado en un desfile y lo burló diciéndole que nunca vería una caravana de tantos autobombas. Cristian murió días después. Rojas hoy asegura que sí vio semejante caravana: el día del desfile en honor a la muerte de su hermano. 

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Aquel 13 de septiembre de 2002, fue el cuñado de Marcelo quien le comunicó el fallecimiento de su hermano. “Por culpa de este boludo no voy a poder ser bombero”, pensó instintivamente Marcelo, que ya llevaba dos meses como cadete y temía que lo obliguen a dejar la profesión.

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Sin embargo, más adelante, él mismo fue quien se alejó del cuartel. Cuando los demás bomberos se enteraron de que iba al psicólogo por sus ataques de ansiedad y estaba medicado, comenzaron a cargarlo. Marcelo no soportó la presión de aquellos “dinosaurios”, quienes todavía llevaban los prejuicios de la vieja escuela con respecto a la salud mental; prejuicios que aunque hayan disminuido, siguen presentes hoy en día en la institución. 

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Además, Marcelo se encontró con una crisis vocacional. Él necesitaba saber si era bombero por elección propia y no en honor a su hermano. Tardó ocho meses en volver al cuartel: "Volví, porque extrañaba esto". Ahora sabe por qué lo hace, por la adrenalina y la pasión que le genera ser bombero.

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Hoy Rojas reconoce que esto abre un “debate filosófico”: ¿está bien querer que durante la guardia haya un incendio? “No es que queremos que pase, va a pasar igual, solo queremos estar ahí”, explica Marcelo Rojas. Según él, es igual a la pasión por coleccionar figuritas o por un club de fútbol. Sólo con el agregado de no saber si uno va a volver después de subirse al camión. 

Marcelo Rojas Del Viso

Marcelo Rojas se encuentra en pareja con Camila Aymara, que también es bombera voluntaria en el cuartel de Del Viso. 

(Crédito: FP)

Según él, ser los únicos que pueden ayudar es una motivación para los bomberos. “Nosotros nos metemos dónde todos huyen”, enfatiza Rojas, reconociendo que es una frase trillada, pero que deja una reflexión: la sociedad necesita gente enamorada de ese peligro.

 

Rojas se queja de aquellos que quieren ser bomberos solo por el reconocimiento social: “Los ves sacándose una foto con el autobomba para los likes pero en los incendios somos siempre los mismos quince”.

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Rojas desprecia el morbo social por una historia trágica. Fue invitado a distintos programas de televisión para contar su historia, pero declinó. No quiere ser parte ni alimentar "ese amarillismo". 

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Sólo cuenta su historia para ayudar. Hace unos años, cuando un chico quería suicidarse en las vías del tren por la muerte de su novia; Rojas fue a calmarlo y mientras conversaban le contó su historia: “Mirá todo lo que me pasó a mí y no me maté”, así logró disuadirlo. 

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Rojas con su mate siempre en la mano, al contar su historia no duda en callar el silencio que le sigue a sus relatos con una risa y un chiste. “Se quedan re callados”, bromea sobre aquél que queda descolocado al escucharlo. 

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Aunque el humor es una de sus maneras de lidiar con el trauma, descubrió que no sirve “vender el paquete de fuerte”, con el tiempo empezó a permitir sus emociones. “No sé si es bueno o malo, es madurar”, explica y atribuye su crecimiento a años de terapia; “No es que sea así de sanito solo”, confiesa entre risas. 

“Estar feliz y  tranquilo no es de mi palo”

Pero las emociones no tienen lugar en un incendio, ser profesional requiere ser frío. Dejarse llevar por estas puede provocar errores fatales y aumentar el desgaste que implica ser bombero. Sin embargo, admite que no es fácil: “Ahí tengo un cortocircuito, porque quiero ser profesional, pero también sé lo importante que es darle lugar a los sentimientos”. 

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Lidiar con estos temas es una lucha constante. Es difícil sobrepasar el trauma al exponerse a situaciones límites de manera constante. Él afirma que está atrapado en un “círculo vicioso del trauma”. “Estar feliz y que esté todo tranquilo no es de mi palo”, sostiene. 

Otro aspecto donde Marcelo Rojas tiene una contradicción es respecto a la muerte de su hermano. Como bombero, ve una muerte producto de la ignorancia y falta de capacitación, pero como hermano le duele hablar de eso. Tiene una visión particular del heroísmo. Cree que a veces los bomberos mueren por "boludos".

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Sabe que es fácil olvidar que detrás del casco hay una persona que comete errores y no aceptar esto es deshumanizar a los bomberos. “Acá priorizan la función institucional, pero nos olvidamos de que no somos robots, somos personas. A veces la necesidad de apagar el incendio hace que se nos vea como robocop, pero sé que no está bueno. Por eso mucho tiempo acá adentro te desgasta. Y más con mi situación”, sentenció el bombero. 

Juan Salas

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