top of page

Esperando la llamada

En cada guardia,  los bomberos deben esperar agazapados al llamado que los libere a la acción. Pero, mientras el teléfono no suena, deben mantenerse listos

en tanto realizan uno de los mayores desafíos que tiene el ser humano: convivir. 

El Cuartel General de Bomberos Voluntarios de Del Viso fue fundado el primero de noviembre de 1995. (Créditos: FP). 

“Ninguno es Robocop”, reflexionó Marcelo Rojas, bombero voluntario de Del Viso. “Aunque no parezca, debajo del traje somos personas”, concluyó Federico Albarracín, oficial auxiliar del cuartel. Estas frases resonaron en la ronda de mates que dio inicio a la guardia nocturna del miércoles. Como amigos en un recreo, al compás de la cebada, recordaban anécdotas y las vivencias de ser bombero. 

 

Luís María Gonett 6507, Del Viso, Pilar, Buenos Aires. Aquí se rige el Cuartel General de Bomberos Voluntarios de Del Viso. Miércoles, 20:00 horas, los bomberos vespertinos se presentan para el cambio de turno. Este cuartel divide sus vigilias en dos guardias de 12 horas: de 8 horas a 20 horas y de 20 horas a 8 horas. Cada bombero debe cumplir semanalmente con su guardia de 12 horas, para así completar las 60 horas al mes.

 

El comandante mayor Néstor Lugea, jefe a cargo del cuartel, salió a fumar un cigarrillo junto a Rojas. Entre pitadas repasaron las actividades del día, la organización de la guardia y refrescaron memorias. Recordaron la pandemia, cuando por protocolo, quedaron 16 agentes activos que se alternaban las guardias de 12 horas todos los días. “Era momento de un cambio”, sentenció Lugea. En ese tiempo extraño, los bomberos se abocaron a remodelar el cuartel.

 

La cocina y el cuartel fueron reestructurados durante la pandemia por los mismos bomberos. “Todos los días comíamos ahí, atrás de los camiones. Nos cagamos de frío”, recordaba Lugea con orgullo del cambio logrado. Hoy en día, el cuartel se encuentra bien amueblado, cuenta con una cocina apta, y además, tiene internet y computadoras para que los bomberos tengan la posibilidad de estudiar o trabajar desde el cuartel. 

 

“De conductor o de obrero, muchos aprendimos a trabajar acá”, resaltó Rojas. Adentro, algunos cocinan, otros trapean y un par se encargan de revisar los equipos. “Es nuestra segunda casa y para algunos, incluso la primera”, bromeó Albarracín.

 

En ese momento, uno de los bomberos más jóvenes del cuartel, un chico morocho de unos 18 años aproximadamente, se acercó al comandante mayor:

–Permiso para pasar, jefe. – El joven se paró derecho y aguardó la respuesta positiva de Lugea. 

 

–No sé si le comentaron pero, ¿puedo quedarme a dormir hoy en el cuartel?– Le preguntó a Lugea mientras mantenía la postura firme. 

 

–¿Trajiste ropa de cama?– replicó Lugea con un tono fraternal, luego de un cálido suspiro. 

Por fuera de las noches de guardia, los bomberos pueden elegir pasar la noche en el cuartel. Este cuenta con camas donde los bomberos descansan en sus noches de guardia y aquellos días en las que optan por pernoctar allí.

Autobomba, camión bomberos

En el cuartel de Del Viso, los bomberos no pueden ausentarse por más de 72 horas. (Crédito: FP). 

Como si de una vivienda tipo se tratase, adentro, la misa de la cena estaba por comenzar. “Esto es una familia”, destacó Claudio Villalba sonrojado. Villalba forma parte del cuerpo auxiliar de bomberos voluntarios, su carrera en la fuerza es atípica. A los 50 años se dio cuenta de que la fuerza era su vocación. La descubrió gracias a su hijo, a quien acompañó en las reuniones de padres de cadetes del cuartel. Allí conoció a la “familia de bomberos”. “Yo me tenía que sumar”, recordó Villalba. 

 

En la guardia nocturna de ese miércoles reinó la tranquilidad. Al contrario de lo que se podría imaginar, este no es el mejor de los escenarios para ellos. Una guardia sin operativos, es una guardia sin ponerse el traje. Como el futbolista que no puede jugar. Ellos disfrutan de su trabajo, como lo hace cualquier otro, con el simple apartado de exponer su vida. “Te subís al camión y no sabés si volvés”, analizó Rojas junto a su mate. “Pero solo sabemos hacerlo con pasión”, concluyó el comandante mayor Lugea.

 

La cena estaba por ser servida cuando el primer y único llamado de la noche se presentó. No es un incendio, tampoco un rescate: había que cambiar las ruedas del camión. Dos o tres bomberos rezongaban: “¿Por qué no hacerlo después de comer?”. Sin embargo, la orden del oficial a cargo de la guardia fue clara y además, él fue el primero que se dispuso a cumplirla. Debían estar listos para cuando el barrio los necesitase.

Marko Jukic

bottom of page